Acción Ecológica opina - Serie Coronavirus #15: LA SALUD DESDE LO LOCAL Y GLOBAL
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Sab Abr 11 13:02:04 PDT 2020
Acción Ecológica opina *
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*Serie Coronavirus #15*
*LA SALUD DESDE LO LOCAL Y GLOBAL*
El sentido de orgullo ecuatoriano ha estado anclado a la belleza de sus
paisajes, al “sí se puede” de sus éxitos deportivos, a su historia y
cultura donde la capacidad de movilización, sobre todo de las
nacionalidades y pueblos indígenas, ha sido ejemplo y “Luz de América”;
pero también las decisiones que, como el reconocimiento de los Derechos
de la Naturaleza, marcan la historia como faro del mundo. Sin embargo,
de sus gobernantes y de sus decisiones políticas, solo hemos acumulado
despechos.
La medalla de oro olímpica de Jefferson Pérez en Atlanta, el oro de
Glenda Morejón en el mundial juvenil de marcha de Nairobi, el campeonato
mundial de ajedrez de Carla Heredia en Grecia, el oro de la selección de
fútbol sub20 en Río de Janeiro, o el de Richard Carapaz en el Giro de
Italia, fueron momentos de orgullo, forjados por jóvenes que sueñan y
animan un “sí se puede”, pero que no dejan de ser brotes aislados y
transitorios. Mientras las decisiones políticas nos hacen perder un
símbolo magnífico como la Cascada de San Rafael, hacen fraude para que
se pueda explotar el Yasuní, o incluso entregar una isla en Galápagos
para el ejército de EEUU, o firman tratados que hacen perder las 200
millas marítimas, demostrando que la labor de cuidado no es una
característica de las autoridades nacionales.
El COVID-19 ha sacado a la luz lo decepcionante que pueden llegar a ser
las decisiones gubernamentales, pero también cómo la irresponsabilidad,
la corrupción y la impunidad son males que se acumulan. Este coronavirus
nos ha colocado en un escenario que indigna, provoca dolor y avergüenza.
La vergüenza nacional trascendió las fronteras cuando la autoridad de
Guayaquil ocupó el aeropuerto de esa ciudad para evitar el aterrizaje de
aviones humanitarios y toda la prensa internacional se hizo eco. El
dolor no nos pudo ser ajeno al ver a los ciudadanos sacar los cuerpos en
descomposición de sus familiares porque las autoridades no los retiraban
para su entierro. La indignación nos alcanzó cuando se comprobó cómo las
autoridades del IESS hacían negocio con los insumos médicos, con
sobreprecios y con funcionarios del ministerio que cobraban a los
familiares por el retiro de los fallecidos. Una indignación que alcanza
el enojo cuando se conoció de la exposición a la que se somete a
estudiantes de medicina que son empujados a las UCI sin trajes de
protección y sin que las universidades, ni hospitales, ni ministerios le
den la seguridad social que requieren y más bien se los amenaza con no
certificarles las prácticas si no se exponen.
Resultó un escándalo el pago a los acreedores de deuda del mercado
internacional, varios de los cuales son tenedores de bonos ecuatorianos.
Se les entregó más de 300 millones de dólares en plena emergencia cuando
no había fondos para comprar mascarillas; cuando permiten cobrar de 80 a
120 dólares por un test que vale menos de 20 y que deberían entregar
gratis para saber si se padece de COVID-19; cuando no se hacen
suficientes pruebas para medir el alcance de la pandemia (Ecuador ha
hecho en 40 días menos de las que hace España en uno solo); porque los
responsables se han plegado al monopolio de los laboratorios Roche que,
desbordado, prioriza otros mercados y nos deja sin pruebas.
Es casi esquizofrénico pensar que se dispuso a la gente que se encierre
en sus casas para no ser agente de contaminación del virus y pasear al
virus en camiones por todo el país. Se denunció que la empresa GPower
Group transportaba desechos hospitalarios contaminados, desde Guayaquil,
para ser cremados a 500 km de distancia, en la Joya de los Sachas
(Orellana), camuflados de desechos petroleros, mientras las autoridades
de ambiente dicen tener la autorización.
Se manda a pedir a China mascarillas, en vez de hacerlas en el país
(Otavalo o Pelileo activados para la emergencia o centenares de
asociaciones de artesanos en barrios organizados); se solicitan
respiradores, cuando se estaban oxidando en las bodegas de un hospital
de Guayaquil unos que se habían comprado de forma fraudulenta, y nadie
sabía de su existencia. Se contrata a un laboratorio internacional para
realizar las pruebas, mientras nuestras universidades, con capacidades
instaladas no son autorizadas para hacer los estudios.
El sistema de salud en el Ecuador padece de improvisación, de falta de
transparencia, de favorecer intereses de multinacionales, de impunidad
frente a la corrupción, de exposición y falta de garantías al personal
sanitario, incluyendo a estudiantes de medicina.
La crisis del coronavirus puso a prueba a los sistemas de salud del
mundo entero y en todos los países se evidenciaron los efectos de la
reducción de los presupuestos y privatización de los sistemas de salud y
el resultado de un modelo de urbanización salvaje y devastación de
ecosistemas naturales.
Los tres presidentes que tuvieron las respuestas más despreciativas a la
pandemia hoy sufren con tener las cifras más altas del mundo de enfermos
y pronto de muertos (EEUU), las cifras más altas de contagiados en
América Latina (Brasil) o residen en la UCI de algún hospital (Gran Bretaña)
Pocas veces la Unión Europea ha estado tan dividida, la demanda mundial
de insumos médicos en el mercado chino, las pruebas fraudulentas
vendidas por millones a España y Gran Bretaña, muestran la verdadera
cara del mercado libre, cuando la demanda, desbordada, se centra en el
menor costo.
Sin embargo, cuando se habla de salud, hay otra realidad que pasa por la
posibilidad y necesidad de recuperar la autonomía, de vincular la salud
con los suelos, con el agua, con el aire, con las realidades locales,
con el trabajo colectivo, con la solidaridad y la cultura del cuidado.
En la práctica, quienes están asumiendo las tareas del cuidado y
enfrentando la tragedia de la salud del COVID-19, son las familias, las
personas que viven en cuarentena y los colectivos que siguen trabajando
para impedir que se amplíen las fronteras de la destrucción.
Hemos crecido con el consejo de que debemos pensar globalmente y actuar
localmente, sin embargo, nadie actúa pensando en la importancia que
tiene lo local. La necesidad de que los alimentos tengan el menor número
de kilómetros de transporte, de que haya jóvenes que recuperen su
capacidad de soñar y comprometerse, indica que éste es un tiempo en el
que se pone a prueba los esfuerzos locales y comunitarios para que lo
local sea cada vez más autónomo.
*ACCIÓN ECOLÓGICA**
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11 de abril de 2020
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